Alirio Pérez Lo Presti: ¿Somos polis?
Somos occidentales porque los cimientos de nuestra concepción del mundo se labraron con brillantez en la antigua Grecia. En el acucioso ensayo “Del concepto de polis entre los antiguos griegos”, el escritor y filólogo Mariano Nava Contreras señala que a la hora de definir la polis hay que tener en cuenta tres elementos:
1) Las relaciones que se establecen entre las personas que la componen: la polis se nos presenta como una comunidad fuertemente estructurada.
2) La manera en que ella organiza el espacio que ocupa, el lugar en que se asienta: la polis ofrece la imagen de un conjunto indisociable ciudad-territorio.
3) La percepción que de ella tienen sus iguales en la escena internacional: la polis es percibida como un Estado soberano.
“No se puede comprender la originalidad de la polis griega si no se tiene en cuenta este triple componente: la decisión de vivir en comunidad, el arraigo de esta comunidad a un territorio y la aceptación de esta identidad por parte de sus iguales extranjeros”.
Uno podría preguntarse si nuestra sociedad cumple con estos tres parámetros conceptuales y la respuesta obviamente es desalentadora. En primer lugar la prolongación de una crisis de carácter sociopolítico basada en argumentos ideológicos ha llevado a que nuestra Venezuela sea un país cuyos habitantes se muestran poco cohesionados, con tendencia a una mayor desestructuración y a un enfrentamiento dicotómico, mantenido en el tiempo, entre maneras adversas de conducirse. Una comunidad estructurada debe tener un proyecto conjunto y unitario en donde las posiciones críticas son imprescindibles porque le suman un carácter constructivo a la polis. Muy por el contrario, en nuestro medio no se acepta el disenso sino que se cataloga como adversario a quien piense diferente. De esta forma se resta en vez de añadir.
En segundo lugar, el concepto de territorio se ha hecho tan confuso que si uno le pide a un connacional que dibuje el mapa de Venezuela va a tener serias dificultades con buena parte de la nación (el caso de la zona en reclamación, que muchos desconocen si nos pertenece o no), además de que desde el punto de vista administrativo, la manera como se han distribuido los municipios disocia al ciudadano del sitio en donde debe rendir responsabilidades básicas, siendo el mejor ejemplo de esa disgregación la ciudad de Caracas. Además de que muchos se sienten desarraigados del funcionamiento de país-Estado-ciudad, lo cual los ha llevado a emigrar a otros destinos o están preparando su partida.
Como colofón, en tercer plano, la sensación de soberanía se vuelve confusa cuando existen componentes de carácter transnacional que hacen vida en nuestra nación, como es el caso de asesores y profesionales ubicados en puestos clave para la toma de decisiones trascendentes para el futuro de todos quienes aquí hacemos vida, o el que importantes líderes de nuestra patria enarbolen como propia la bandera de otras naciones, siendo una conducta reñida con el concepto de soberanía.
Viéndolo de esta manera, Venezuela estaría bordeando la peligrosa línea fronteriza que en tiempos modernos ha recibido la definición de “Estado fallido”, la cual es sinónimo de “Estado fracasado” desde el punto de vista político, social y económico.
La necesaria recuperación de los preceptos que definen la polis nos obliga a repensarnos como país y volver la mirada a los antiguos griegos y la necesidad imprescindible de apegarnos a los principios que nos dejaron como legado, lo cual sigue siendo la brújula para no perdernos del rumbo de la civilización. Es la eterna lucha entre la posibilidad de construir un mejor futuro y la barbarie que nos intenta detener en nuestro avance como sociedad.
Fuente: 21-08-2016
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